Vulnerabilidad - Por Siomi Figueroa

Si vamos comenzar a hablar de vulnerabilidad, quiero abrirte mi corazón desde el inicio.

No puedo negarlo, cuando me invitaron a participar de este espacio, me emocioné mucho, pero también me asusté. Una mezcla de emociones que me dejaron pensando un buen rato.

¿Cómo lo digo? ¿Cómo lo empiezo? ¿Será que puedo hacerlo bien?

Y mi respuesta, hoy que estoy escribiendo esto, es sí a esa vocecita que está dentro y que por momentos tiene temor de mostrarse ante tanta gente, mostrar sus reflexiones y, sobre todo, mostrar una parte tan mía, mi vulnerabilidad.

Escribo este articulo con una motivación personal, por mí, pero también por ti y por todo aquel que pueda estar leyendo esto y que pueda necesitar hoy una mirada diferente respecto a sus emociones, a su intensidad, a su forma sentir.

Yo también, al igual que tú, siento (y siento mucho), me he abrumado, perdido, pero también encontrado, descubierto y expandido a través de mi mundo emocional.

Es por eso que hoy vamos a abordar la vulnerabilidad y cómo esta puede transformarte.

¿Qué pasaría si hoy te digo que todo eso que por años has considerado tu freno, tu debilidad, tu “intensidad” podría ser tu mejor arma?

Para hablar de la vulnerabilidad quiero llevarte a entenderlo primero desde un lado conceptual. Dejare por aquí algunas frases que encontré al buscar el significado de “vulnerabilidad emocional”:

“La vulnerabilidad es la capacidad que tenemos para dejarnos afectar por lo que sucede, tiene que ver con ser sensibles, sentir las emociones, reconocerlas y estar en ellas.”

“Según los datos, la definición oficial de vulnerabilidad es incertidumbre, riesgo y exposición emocional”

Y, por último, de un gran referente para mí como lo es Brene Brown, quien nos dice:

“Es el punto en el que nacen el amor, el sentido de pertenencia, la valentía, la creatividad, la empatía y la alegría. Es fuente de esperanza, empatía, responsabilidad y autenticidad (…) es poder compartir nuestras historias con aquellos que han ganado el derecho de escucharlas”

Podemos encontrar así algunas otras definiciones y consensos más sociales, menos alentadoras, donde el foco se pone en que ser vulnerables es estar expuestos, de cierta manera más débiles y susceptibles a ser dañados.

Desde mi experiencia, la vulnerabilidad es uno de los estados más puros de nuestro ser. Significa contactar con nuestras emociones, sean placenteras o no y, de este modo, validarlas y permitirlas con el mismo respeto y admiración.

Significa para mi aprender a reconocer las máscaras que muchas veces nos sostienen y nos permiten funcionar con distancia de nuestras emociones. Reconocer quienes somos debajo de ellas y, por qué no, poder mostrarnos al mundo con virtudes, con defectos, con alegría por nuestros logros, pero también compasión por nuestros fracasos. Aceptar nuestra esencia humana en todas sus esferas.

Ser vulnerables en nuestros tiempos no es cosa fácil, existen un montón de factores que a veces nos la dificultan. Traemos aprendizajes familiares que, hasta cierto punto y edad, pueden condicionarnos, formas de funcionar a nivel psicológico tanto consientes como inconscientes, que nos van acompañando en el día a día y se suman a aquellos que vienen desde el contexto social en el que vivimos.

Los mensajes que recibimos culturalmente son potentes y muchas veces, yendo en el piloto automático, los vivimos como mandatos. Vivimos en una cultura de inmediatez, lo queremos todo rápido, eficiente, ir por metas y sueños para no quedarnos atrás. Atrapados en el HACER y dándole tan poco espacio para el SER.

Experimentamos la vida como si fuera un check list, empeñados en poner un ticket al lado de cada cosa que se supone debemos hacer en determinados momentos: terminar el colegio, elegir una carrera que se convierta en la gran elección de tu vida, alcanzar estudios superiores, trabajo, hijos, casa, y la cuenta suma y sigue. Quien pueda mantenerse en este ritmo, es quien parece ganar.

Siendo sinceros y agarrándome de todas las mujeres con las que he trabajado en mi ejercicio clínico, estas exigencias nos llevan a reprimir mucho de lo que somos y, a la larga, nos vemos tentados a caer en esta funcionalidad, omitiendo parte de lo que nos va pasando en ese proceso de vida.

Socialmente pareciera ser que está mal visto el sentir algunas emociones, como la pena, la vergüenza, la rabia. Se nos alienta constantemente a ser fuertes, a poder con todo, incluso al mismo tiempo.

Nos cuentan que debemos ser “Nosotros mismos” pero, ¿Cómo puedo ser yo misma si no me permito experimentarme de manera completa?

Se nos alienta a ser nuestra mejor versión, sin contarnos también que ésta necesita de todas nuestras emociones. Negar nuestra vulnerabilidad, es negar también quienes somos. Y, desde allí, vivimos con peso, con culpas y dudas infinitas.

Desde muy pequeña mi mundo emocional fue tema, tanto para mí como para mi entorno. Siempre fui “muy sensible”, “muy emocional” y, probablemente, “muy intensa.”
Mi Batalla interna constante hasta hace pocos años se resumía a preguntarme:

¿Por qué soy así? ¿Por qué le doy tantas vueltas a las cosas? ¿Por qué me importa tanto lo que siento y lo que sienten o piensan los demás? ¿Por qué no puedo simplemente saltarme esa parte del sentir?

Lo que no entendía mi yo de ese entonces es que tenía una tremenda habilidad en sus manos. El cambio comenzó cuando dejé de pelear con quien era y comencé a permitirme ser vulnerable.

Finalmente quiero compartir contigo tips y herramientas que han sido de mucha utilidad en mi camino y que podrían serlo para ti si resuenas con ellas:

1.Encuentra y regálate espacios sinceros, seguros y de calidad contigo misma: Comencemos por perderle el miedo a estar con nosotras mismas y de la manera que más te acomode: en silencio, contemplando la naturaleza, sintiendo tu respiración, creando momentos en donde el foco de atención seas tú.
Si se te hace difícil de visualizar pensemos:

¿Qué actividades disfrutas realizar? ¿En qué momento o con que actividades se te pasa el tiempo volando y conectas con lo que estas sintiendo? ¿Qué estas necesitando en tu día a día?

2. Vive tus procesos acompañada: Si se te dificulta la idea de conectar contigo misma o te sientes sobrepasada con tu sentir, aquí es donde digo: “parar mirarse hay que tener coraje.” Ser vulnerable y valiente van de la mano.

En mi experiencia te recomiendo la psicoterapia como camino profundo, pero también podría sugerirte actividades como el arte terapia y la danza terapia que son una manera segura y contenida de sanarnos y conectar con nosotras mismas.

3.Escritura terapéutica: Te recomiendo muchísimo la escritura como medio de desahogo, de autoconocimiento, de encuentro con la vulnerabilidad. No necesitas nada más que una libreta, un lápiz y tu corazón en la mano; Si lo deseas puedes preparar el ambiente, encontrar preguntas poderosas en Journals o planteártelas tu misma.

4.Actividad Física: El cuerpo nos acompaña hasta el final de nuestros días y, paradójicamente, la vida adulta nos lleva a desconectarnos cada vez mas de él. Necesitamos movilizar lo que carga, conectar, aprender a leer su lenguaje y, la actividad física, es una manera de hacerlo.
Esto va más allá de ejercicio para verte de una manera o tener cierto cuerpo, se trata de encontrar la actividad que te haga sentido y te libere de cualquier carga extra que estés viviendo.

5.Cuida la calidad de tus pensamientos y tu lenguaje interno: Esa vocecita con la que te hablas a diario y, sobre todo, en los momentos de mayor vulnerabilidad, es indispensable.

Observa cuando se vuelve automática, cuando te dice cosas que te atemorizan o no te permiten mirarte con amor. La autocompasión es fundamental; reconocer cuales son los pensamientos que estoy teniendo y que emoción me generan; reconocer mi humanidad, mi derecho a no siempre poder hacer/pensar a la perfección, para finalmente darle vuelta a todo esto en un lenguaje compasivo: “puedo sentir con seguridad todo tipo de emociones, esto no me define, estoy aprendiendo, puedo volver a intentarlo”

6.Una de estas elecciones es también comenzar a seleccionar las personas y los ambientes en los que deseas expresar tu vulnerabilidad, Lo llamaremos “Vulnerabilidad selectiva”. Elegir cuanto y cuando deseo mostrar, con la cantidad y calidad de detalles que decida.

Como conclusión, quiero que sepan que lo importante es perderle el miedo a sentir, recordar que nuestra vulnerabilidad nos conecta con nuestra esencia humana. Integrar que tu valor no está dado por cuanto tiempo te mantienes fuerte o imparable. Que vulnerabilidad y coraje están en la misma línea.

“Aceptar, descubrir quién soy desde la absoluta sinceridad. Así sin más, sin etiquetas, amiga de mis propios prejuicios, confidente de mis corazas, protectora de mi esencia...
sostener con amor y compasión las partes de tu historia que aún no lo logran del todo, aceptar que perderse también es una forma de volver a casa.”

Con amor, Siomi figueroa.