Resignifica la vida a tu favor - Por Elisa Larraín

En mi vida me di cuenta que necesitaba la resignificación, porque me sentía muy atrapada desde la forma en cómo la veía.

Me pasaba la vida permitiendo que los obstáculos o barreras de aprendizaje externas, me fueran desmotivando y estancando. Las mallas curriculares tradicionales en el colegio (¡mucha matemática y poco autoconocimiento!), los sistemas políticos que nos gobiernan, el tener que rendir al 200% en el trabajo sin tener un espacio más creativo, etc. 

Entonces, me pregunté a mi misma ¿Cómo podemos desarrollarnos en un sistema a mil por hora y con tantas limitaciones? ¿Cómo podemos nosotros como sociedad hacernos cargo, aceptando las reglas del juego? Y la respuesta fue “Resignificando”, o en palabras más concretas, cambiando la forma de ver las situaciones de mi vida, a una que me permita aprovechar al máximo las oportunidades de aprendizaje.

Por ejemplo. ¿Qué hace un adolescente que quiere estudiar música y tiene que pasar por todas esas asignaturas, que no tienen mucho que ver con su propósito? Podría ver cómo esas asignaturas pueden ayudarlo en un futuro. Matemáticas para aprender números y vender su música, historia para conectarse con los grandes artistas de décadas pasadas y lenguaje para escribir sus canciones.

La resignificación, es una técnica que aprendí estudiando coaching, que se puede aplicar en todos los ámbitos de nuestra vida, con los siguientes pasos:

  1. Observa y define el resultado que hoy no te está gustando y quieres cambiar.

  2. Haz un listado de aquellas acciones que emprendes hoy y que te llevan a repetir ese resultado una y otras vez.

  3. Evalúa tu forma actual de darle significado a la situación ¿Qué te dices a ti misma? ¿Cómo te hace sentir? ¿Cómo está tu cuerpo en ese momento?

  4. Resignifica la situación, de tal forma que te permite ver oportunidades nuevas.

  5. Haz un nuevo listado sumando las acciones que se te ocurran a partir de tu nueva mirada.

Vamos a un ejemplo para que se pueda entender mejor.
(1) No logro sentirme contenta con mi cuerpo,

(2) Aunque haga la dieta del nutricionista y el plan de ejercicios que me dieron en el gimnasio,

(3)  Porque la motivación me dura muy poco, y después de un mes suelto la dieta, me lo como todo y dejo de ir al gimnasio. ¡Qué frustración!

(4) ¿Qué me está faltando en la fórmula? ¿De dónde viene mi frustración? ¿Será porque hago solo cosas que los demás me dicen que haga? ¿Por qué no está mi forma de ser presente? ¿Qué pasaría si hago un equilibrio entre lo que los expertos me dicen y lo que realmente puedo y quiero hacer yo?

(5) Ahora se me ocurren más cosas que puedo hacer. Además de ir a un nutricionista, que me puede enseñar mucho, puedo desarrollar mi autoconocimiento, probar distintas comidas, explorar deportes, aceptar mi cuerpo y potenciar lo que me gusta de mi cuerpo.

Lo mismo va para nuestras emociones. ¿Qué pasa si les digo que el miedo, la rabia y la pena existen para protegernos? ¿Les hace sentido?¿Qué oportunidad me entrega una emoción? Por ejemplo, si tengo miedo a exponer delante de un grupo de personas, ¿será que mi cuerpo me está avisando que podría prepararme y practicar antes? ¿Llegaría con más confianza si antes me conecto con mis capacidades?


Entonces, ¿Cuál es el impacto de la resignificación en nuestras vidas? Que nos abre muchas más posibilidades de las que pensábamos que teníamos, pasando de una creencia del estilo:

“Yo no puedo, lo he intentado y no me funciona” a “¿De qué otra forma puedo mirar la situación que me permita expandir mis posibilidades y lograr lo que quiero?”. Y créanme, que cuando empezamos a ver la vida de esta forma, ella misma nos premia con resultados.